Comentarios de La promesa de la genómica, la robótica, la informática y las nanotecnologías (GRIN)

¿Por qué es importante este tema?

A lo largo de las últimas décadas del siglo XX, una vez descifrado el DNA, con la potencia aparentemente imparable de los ordenadores y con el aumento de la capacidad de manipular la materia a nivel molecular, los seres humanos empezaron a sentirse cada vez más seguros de su capacidad para erradicar la enfermedad y vencer a la muerte. Sin embargo, a principios del siglo XXI no está claro si eso será posible. Llegados a este punto, hay más preguntas que respuestas obvias, en especial, en relación con lo que parece ser un efecto adverso “incómodo” de nuestro éxito científico y tecnológico desde los tiempos de la Ilustración: la alta prevalencia de enfermedades crónicas y la oleada asociada de polipatología.

Los seres humanos solemos considerarnos la cima de la evolución, creemos que todo lo que ha ocurrido hasta ahora estaba programado para dar como resultado nuestra especie. No obstante, también es posible que los seres humanos seamos simples partículas evolutivas que se mueven en una trayectoria que llevará a un futuro sin ellos. Dada nuestra capacidad para crear extensiones tecnológicas de gran potencia para superar la mayoría de nuestras limitaciones físicas (y, cada vez más, cognitivas), entonces, es razonable hacerse una pregunta: ¿Somos simplemente elementos de transición en el camino a una especie “post-humana”?

Desde Darwin, sabemos que los individuos mejor dotados genéticamente son los que tienen la mayor probabilidad de sobrevivir y reproducirse. Sin embargo, los seres humanos hemos conseguido en gran medida interferir en las leyes de la evolución.

En la actualidad, los portadores de genes defectuosos sobreviven y se reproducen gracias a los avances científicos, lo que permite un incremento, incluso en términos acumulativos, en los índices de supervivencia de especímenes que garantizan la presencia de esos genes en generaciones posteriores. Así, hoy en día, los hijos de diabéticos y hemofílicos pueden vivir con diabetes y con hemofilia, y alcanzar de todos modos una esperanza de vida lo suficientemente larga como para reproducirse e, incluso, “adquirir” más enfermedades crónicas. Hasta hace menos de un siglo, eso habría sido impensable (1, 2).

Sin embargo, al juguetear con la naturaleza, no sólo estamos ralentizando los aspectos accesorios del proceso evolutivo, sino que, a la vez, estamos acelerando el proceso desde la perspectiva de la adaptación. Los cambios genéticos que, de otro modo, necesitarían miles o incluso millones de años para producirse, hoy en día se pueden implementar por medio de sencillas técnicas de manipulación en el laboratorio o en el centro de investigación de cualquier institución de dimensiones medianas. Ahora somos capaces de mejorar el cuerpo humano modificando una función orgánica por medio de la sustitución de partes del DNA o implantando dispositivos biomédicos.  

Tradicionalmente, desde la infancia, se nos ha enseñado que la vida se compone de cuatro etapas: nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte. Dado que la mayoría de adultos tienen hijos antes de los cuarenta años, sería fácil entender que con la reproducción cumplimos nuestro propósito esencial: la supervivencia de nuestra información genética como especie. A partir de ese momento, como ocurre con el resto de seres vivos, todo lo que nos debería quedar es un reequilibrio alquímico con el entorno una vez alcanzado nuestro punto máximo de entropía... nuestra muerte. Sin embargo, el ser humano ha seguido un camino diferente. Gracias a la ingente potencia de cálculo de nuestros cerebros en paralelo hemos sido capaces de lanzarnos a la búsqueda sin tregua de la inmortalidad, lo que nos acerca al punto en el que quizá seamos capaces de superar muchas de las limitaciones más básicas (3): unidades basadas en carbono, de huesos débiles rodeados de tejido blando, que necesitan intervalos reducidos de pH y temperatura y la presencia permanente de O2. Algunas personas incluso conciben un futuro no demasiado lejano en el que nuestras invenciones superarán todas nuestras capacidades, desdibujando las fronteras entre los humanos y las máquinas, lo que nos convertiría en una nueva entidad individual, conocida como la Singularidad (4).

En este capítulo se recogen las principales fuerzas que parecen dirigir este proceso evolutivo sin precedentes en este momento: la genómica, la robótica, la infonomía y las nanotecnologías, que se conocen, en conjunto, como GRIN (5).

 

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