Comentarios de La promesa de la genómica, la robótica, la informática y las nanotecnologías (GRIN)
Viñeta: ¿Cómo podría ser?
Net-Log
Málaga (España), 10 de enero de 2034
Una mezcla de emociones embarga mi alma, si es que queda algo de ella. Ahora lo recuerdo prácticamente todo, especialmente a Laura, la pieza más valiosa de lo que me fue arrebatado.
No puedo seguir eludiendo la verdad: fui el único responsable del accidente. Nunca debería haber conducido bajo una lluvia tan intensa conociendo mi estado de salud. Es cierto que, hasta ese momento, nunca había sufrido un episodio tan severo de desfallecimiento. Pero ese día, más que ningún otro, debería haber sido más consciente que nunca de mis limitaciones.
Íbamos de camino al hospital, donde debían aplicarme la terapia génica de Langerhans que revertiría finalmente mi avanzado estado de deterioro. Una nueva vida, más tiempo para compartir con ella...
Y entonces, el vacío... la incapacidad de recordar nada durante más de cinco minutos, obligando a todos los que me rodeaban a recordarme su nombre constantemente. Tras el accidente, también perdí la vista, y me tuvieron que amputar una pierna. Marcapasos, prótesis de cadera, audífonos… Supongo que me convertí en un monstruo para las personas que me rodeaban. Sin embargo, quizá me quedaba un consuelo en mi interior: el desconocimiento de lo que estaba ocurriendo. Un muerto en vida.
¿Pero qué es lo que soy ahora, en realidad? Mis ojos son nanocámaras. Mis piernas están hechas de metal. Mi cuerpo alberga docenas de dispositivos que regulan mi flujo sanguíneo. Incluso mi mente es artificial: lo llaman neohipocampo y, aparentemente, sustituye la parte de mi cerebro que quedó dañada por la hemorragia causada por el accidente, o por mi enfermedad, qué más da. ¿Y qué es lo que soy ahora? ¿Un hombre o una máquina? O aún peor: ¿qué porcentaje de mí es humano y cuál no lo es? ¿Y mi alma? ¿Aún es humana?
Ahora sufro. Sufro por la ausencia de Laura, que lo era todo. Y puede que mi nueva memoria no me ayude mucho cuando intento dejar de pensar en ella. Por desgracia, parece que funciona muy bien. Aunque, por otra parte, debo reconocer que he podido conocer a mis nietos. Con mis nuevos ojos y mi nuevo cerebro puedo disfrutar de su compañía y, después, recordar cada minuto vivido con ellos. Quizá ya no sea una carga para los demás. Y quizá esos flashes de felicidad con mi familia sirvan para algo más que para compensar mi sufrimiento. Ahora puedo ayudar a otras personas contando mi experiencia en este Registro Biográfico de Bienestar, compartirla con todo el mundo. Quizá eso es lo que significa ser humano ahora.